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El conflicto como motor de interés El conflicto como motor de interés
Los personajes que viven una existencia apacible en un sitio hermoso y tranquilo son proyecciones de cómo nos gustaría a nosotros vivir la vida,... El conflicto como motor de interés

Los personajes que viven una existencia apacible en un sitio hermoso y tranquilo son proyecciones de cómo nos gustaría a nosotros vivir la vida, pero en una novela son imanes para el aburrimiento. Son uno de los errores más comunes en los primeros manuscritos y debemos evitar planteamientos de este tipo.

¿Qué está en juego?
Para que los lectores se interesen en su historia debe existir conflicto y para generar conflicto debe haber algo en juego (algo de valor que ganar, algo de valor que nuestros personajes puedan perder). Y este elemento en juego no puede ser algo puntual, algo estático, debe estar “sucediendo” todo el tiempo (Como decía Lester Dent: Una amenaza que cuelgue como una nube sobre el héroe). El protagonista debe estar en una lucha constante, y esto implica dos fuerzas en oposición. Una triunfando sobre la otra, para bien o para mal.

Una de las fuerzas puede ser externa al personaje: un villano, un oponente, una determinada serie de circunstancias, una característica del medio ambiente o del paisaje. También se puede dar el caso en que las dos fuerzas sean inherentes al protagonista: El temor a hacer algo y la necesidad de llevarlo a cabo; sentirse agraviado, menospreciado o herido por alguien, mezclado con amor o admiración hacia esa persona.

En este contexto, destacar la importancia de las cosas aparentemente pequeñas conduce a la sutileza, al drama, y mostrar cosas grandes, ataques y choques es acercarse al melodrama… o a las novelas de acción vertiginosa (hay una línea no muy clara en medio).

Usted debe convencer al lector no sólo de que los eventos de su historia están pasando, sino además la intensidad con que suceden, no para usted como escritor, sino para los personajes involucrados.

En El señor de las moscas, de  William Golding, lo que estaba en juego era la supervivencia. Un grupo de chicos tratando de mantenerse vivos en una isla tropical desierta. Al menos esa es la forma externa de la lucha que llevan a cabo. Por dentro la batalla se plantea en términos de miedo y valor, la desconfianza ante lo desconocido y la voluntad de saber. No es sólo la supervivencia lo que está en juego, sino una clase particular y civilizada de supervivencia.

En otras palabras, puede haber una trama exterior y otra interior que, en cierto sentido, la refleja y la refuerza, o al revés, contrasta con ella. Cualquier trama exterior o interior pueden mantenerse como el principal foco de la lucha necesaria, mostrada al lector en acciones, a través de escenas.

Haciendo una escena
Si alguna vez ha ido a una conferencia sobre escritura o a un taller literario, si ha leído algún libro sobre escribir ficción esto no le sonará nuevo: Hay que mostrar, no contar. Si bien es un principio que los viejos escritores aconsejan seguir a los nuevos desde hace mucho tiempo su importancia no ha perdido vigencia y es riesgoso no tomarlo en serio.

Mostrar en la escritura de ficción, significa crear escenas. Usted tiene que ser capaz de comunicar sus ideas en términos de eventos que suceden, diálogo significativo, personajes que hacen cosas mientras el lector avanza. Si no escribimos escenas estamos escribiendo ensayos, discursos, sermones, divulgación científica, pero no historias de ficción.

Para definir: Una escena es una acción secuencial, vinculada con descripción de su entorno, que hace avanzar la historia o da a conocer mejor al personaje que la lleva a cabo. Parece que está sucediendo justo cuando el lector está mirando o escuchando. Está conformada por eventos dramatizados en lugar de ser contados o hablar sobre ellos. De alguna manera son núcleos de pequeñas historias independientes; como algunos cuentos son, de hecho, una sola escena.

Una escena no es una sección aleatoria de acción. Se sustenta por una razón y conduce a un punto determinado. Tiene un sentido: al menos algo debe ser establecido o aclarado en ese evento, en ese momento de la historia.  Esto puede ser algo tan básico como dar a entender lo que el protagonista quiere.

Las actitudes y deseos mostrados por escenas se convierten en motivos, encuentran resistencia, crean conflicto y conducen a ciertas consecuencias. Hemos delineado el argumento.

Una escena puede combinar muchas cosas: estados de ánimo, actitudes, un sentido del lugar y el momento, una anticipación de lo que vendrá, una reflexión de lo que pasó. Pero como premisa fundamental, una escena debe hacer avanzar el argumento y revelar los personajes. Usted como autor debe evaluar el aporte de cada escena, cómo desarrolla los personajes, cómo muestra acciones claves, cómo apunta hacia reacciones y consecuencias.

¿Es una lucha justa?
Las escenas de su historia van a ser escenarios específicos donde las motivaciones de su protagonista lucharán contra problemas de origen externo, interno o ambos a la vez. Un propósito sin oposición es aburrido. Cuando alguien se sale siempre con la suya, siempre consigue lo que quiere, se queda con la chica y no encuentra ni una nube en el cielo no se genera ningún drama. El conflicto desaparece y con él el interés de los lectores.

Por otro lado, la constante oposición sin un propósito determinado y bien motivado generará la victimización pura de su personaje. Esto no sólo será aburrido, además será deprimente.

Bambi Meets Godzilla
Algunos de ustedes habrán visto un corto llamado Bambi Meets Godzila (de Marv Newland, 1969, los que no lo hicieron pueden verlo ahora en YouTube). Con los créditos del comienzo se puede ver al cervatillo mordisqueando unas hojas. Luego un enorme pie de reptil lo aplasta: ¡Plaf! Fin. Es gracioso (de alguna forma chabacana) la primera vez que uno lo ve. Pero si fuera una película de duración normal, en vez de un corto de un minuto y medio, sería insoportable. Ni qué decir de una novela entera de preparación para ese ¡Plaf! Si en algún momento siente la tentación de escribir una historia con un personaje víctima puro, donde el protagonista no tiene ni la menor posibilidad de ganar, piense en Bambi e intente otra cosa.

Una pelea pareja es mucho más divertida
No importa si el final será feliz o no, en el sentido tradicional, toda historia necesita basarse en un efectivo y fuertemente emotivo conflicto, en donde las fuerzas opuestas (sean gente, ideas, actitudes, acciones, o una mezcla de cualquiera de ellas) están casi igualadas, al menos para que no se adivine el final.  En todo caso, las fuerzas que se oponen al protagonista deben parecer más fuertes, para crear drama y suspenso. Pero no hasta el punto de ser invencibles. El protagonista siempre debe poder igualar las fuerzas gracias a algo que no había tomado en cuenta, o a su determinación, o a su astucia.

Edipo estaba condenado desde el principio, pero él no lo sabía, y luchó hasta el final. La historia hace hincapié en la lucha, no en el castigo. Eso es lo que hace que los pesares y la lucha por vencerlos se conviertan en una narración apasionante.

Las familias felices no generan buenas historias. Sólo las familias infelices, o las personas que por alguna razón están descontentas con sus actuales circunstancias, dan lugar a la buena ficción.

Si Scarlett O’Hara hubiera olvidado fácilmente a Ashley se hubiera casado con un Rhett Butler fácilmente domesticado al principio de la novela, si la Guerra Civil no hubiera invadido su felicidad doméstica, si sus hijos hubieran crecido alegremente, ¿quién querría leer Lo que el viento se llevó?

La lucha, el conflicto, la insatisfacción, las aspiraciones, las elecciones son la base de los argumentos efectivos.

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