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12 Monos; Cine de Culto, Ciencia Ficción,  Locura y Foucault 12 Monos; Cine de Culto, Ciencia Ficción,  Locura y Foucault
“(…) en otro tiempo la locura de los hombres consistía en no ver que el término de la vida se aproximaba, mientras que antiguamente... 12 Monos; Cine de Culto, Ciencia Ficción,  Locura y Foucault

“(…) en otro tiempo la locura de los hombres consistía en no ver que el término de la vida se aproximaba, mientras que antiguamente había que atraerlos a la prudencia mediante el espectáculo de la muerte, ahora la prudencia consistirá en denunciar la locura por doquier, en enseñar a los humanos que no son ya más que muertos, y que si el término está próximo es porque la locura, convertida en universal, se confundirá con la muerte.»

Michel Foucault – Historia de la locura en la época clásica

 

Doce monos o “12 Monkeys” en su idioma original es un filme del año 1995 dirigido por el británico Terry Gilliam, un director que a través de una sobresaliente estética surrealista ha sabido explorar los límites de la realidad, lo fantástico, lo real confundido con los sueños y la imaginación, y, por sobre todo, los viajes en el tiempo. El film está inspirado en la película La Jetée (1962) de Chris Marker. Doce monos nos presenta un cóctel perfecto de todas las obsesiones de Gilliam; se trata principalmente de un relato de ciencia ficción, y si bien no condice con la impronta típica del autor, aun así, posee algunos tintes de surrealismo. ¿Qué palabras se pueden utilizar más que “completa obra de arte” para definir a una película que comienza con música de Astor Piazzolla y concluye con “What a Wonderfull World” de Louis Armstrong, el cronopio mayor, en palabras de Julio Cortázar?

Y es así, que la cinta comienza mientras escuchamos de fondo “La suite del este” de Piazzola y nos presenta las imágenes difusas de un episodio que vivencia de niño James Cole (Bruce Willis) el personaje principal, dándonos un indicio del posible camino que finalmente tomarán las cosas. Luego observamos un mundo oscuro, perteneciente a un tiempo futuro en el que habitan un grupo de hombres que han sobrevivido a una poderosa contaminación viral en 1997, la cual ha obligado a la raza humana a vivir bajo la superficie de la tierra. En ese futuro apocalíptico, James Cole, es un convicto que se someterá en forma voluntaria a una misión experimental científica a cambio de obtener su indulgencia. La misión consiste en viajar al pasado, al año en que se produjo el desastre, para poder obtener información acerca del virus que ha sido liberado por una aparente banda terrorista llamada los Doce Monos. No es algo desconocido a esta altura el hecho de que la ciencia puede fallar, y el primer viaje al pasado de Cole, no va a ser la excepción. El viajero en el tiempo llega al año 1990 en lugar de 1996, y envuelto en varios inconvenientes termina preso y tras la revisión de la psiquiatra Kathryn Railly (Madeleine Stowe). James Cole es recluido en una institución mental en la que conocerá a Jeffrey Goines (Brad Pitt), un sujeto que a primera vista pareciera ser un demente, pero que en realidad se puede observar que quizás, en esencia no está muy equivocado. Jeffrey es un radical antisistema y férreo defensor de los animales. El papel de Brad Pitt es excelente, desenvolviéndose en un ámbito en el cual no nos tiene para nada acostumbrados, es uno de esos papeles que justifican a Pitt como el gran actor que en verdad es y que nos recuerdan que no es sólo una marca registrada hollywoodense.

 

El relato de la locura

James constantemente es juzgado y sometido a revisiones. En primer lugar por los científicos de su época a fin de evaluar si está a la altura de la misión que le encomendarían. Luego es juzgado en el año 1990 en la institución mental, evaluado por un tribunal de psiquiatras con el fin de constatar si lo que estaba diciendo era la verdad o tan sólo se trataba de un simple “loco”. Y acá empieza una de las temáticas más recurrentes y enriquecedoras de la película. ¿Qué es lo que hace a un loco? ¿El hecho de tener un relato contrario a los estándares forzados y a la convención acerca de la verdad absoluta, hacen a un loco? ¿Es un loco aquel que no se adapta a las normas de un sistema social preestablecido? ¿No es acaso tratar de loco a una persona, la salida más fácil a fin de explicar innumerables cuestiones que siempre se le escaparán a la humanidad?

Hoy van a decir que “loco” no es la palabra, y en un pasaje de la película cuando Cole dice no estar “loco”, uno de los médicos le responde: “nadie dice que estás loco, preferimos no usar esa palabra”, pero a fin de cuentas bajo esos eufemismos, no dejan de ser vistos como personas desviadas de los estándares socialmente esperados. ¿Acaso importa el juego de palabras? Siguiendo al sociólogo francés citado al inicio, podemos concluir en que “la locura fascina porque es saber. Es saber, ante todo, porque todas esas figuras absurdas son en realidad los elementos de un conocimiento difícil, cerrado y esotérico”. Ese conocimiento era el que traía James Cole desde un futuro apocalíptico y de tinieblas incomprensibles a los psiquiatras de 1990.

 

Sobre el sentimiento de lo fantástico

Finalmente Cole desaparece de la institución mental y vuelve a su futuro sin pena ni gloria. Es cuestionado entonces por la asamblea de científicos por no haber obtenido buenos resultados durante su misión, acusaciones que James rechaza alegando el hecho de haber sido enviado a un tiempo erróneo. Una vez recuperado lo envían una vez más al pasado, y felizmente, en esta segunda ocasión llega al tiempo correcto, no sin antes caer en un campo de batalla en la segunda guerra mundial y recibir un balazo. Se encuentra una vez más con la doctora y la secuestra a fin de encaminar su misión tendiente a evitar el desastre. Nuevamente James será discutido y su falta de cordura será puesta en evidencia por parte de la doctora, quien no cree en la verdad que cuenta el hombre (que dice venir del futuro). Es una reacción normal, la reacción más lógica de cara a esas cosas que nos suceden y no podemos comprender. Frente a ese orden de lo fantástico, de lo sobrenatural o lo desconocido, la acción más natural y primitiva es encontrar una respuesta racional al asunto o de lo contrario negarlas rotundamente.

En razón de estos cuestionamientos, grandes científicos de la historia han sido víctimas de humillación y desacreditación por parte del mundo -inclusive dentro de la ciencia-, tras presentar evidencias que escapaban a lo hasta entonces conocido, y luego, se confirmaría que sus postulados estaban en lo correcto. Entre esos grandes hombres se puede enumerar a Galileo Galilei (postuló la teoría heliocéntrica), Ignaz Semmelweism (el primer médico en recaer en que la higiene de las manos era el factor fundamental frente a infecciones), los hermanos Wright (diseñadores del primer dispositivo de vuelo) Albert Einstein (propuso la teoría del universo en expansión, corroborada por Hubble en 1927), entre otros.

 

Una relación inexplicable y el síndrome de Estocolmo

A partir de ese segundo encuentro la narrativa de la película comienza a girar en torno a la relación de James y Kathryn la cual experimenta una gran evolución acercándose al final de la historia. Él empecinado en salvar a 5 millones de personas y ella por su lado soberbia, frágil y sensual, procurando constantemente persuadir a su secuestrador, haciéndole entender que no salvará el mundo, que en verdad es víctima de una fantasía que se ha creado en su mente para no asumir su presente, ya que vive en un desplazamiento de la realidad, un sueño que se ha inventado. Kathryn si bien se muestra irritable frente al accionar de su paciente, acompañará a James en su aventurada locura y de a poco comienza a desarrollar una especie de síndrome de Estocolmo. El director nos enfrenta así ante una relación sumamente extraña y muy difícil de explicar. Véase la escena en que la policía encuentra a Kathryn y no pueden entender cómo ella habla tan bien de su secuestrador, entonces el detective le dice: Quizás usted pueda explicarme una cosa, ya que es psiquiatra… ¿Por qué será que las víctimas de los secuestradores siempre tratan de convencernos de lo amables que eran esos desgraciados?”, a lo que la doctora le contesta diciendo: “Es una forma muy normal de reaccionar ante un peligro”. Quizás detrás de esas formas de reaccionar ante distintas amenazas se escondan la razones por la cuáles surgen ciertas relaciones inexplicables, así como también el origen de esa negación de lo extraordinario que ya he mencionado anteriormente. El modo de reaccionar ante el peligro se presenta de la mano de ese sentimiento que despierta el miedo frente a lo desconocido, lo fantástico y lo irrisorio, y en su lugar generalmente las personas optan por quedarse con meras y simples explicaciones o restricciones sobre el mundo tal y como lo conocen, en lugar de hacerse preguntas trascendentes.

 

El síndrome de Casandra y el cuestionamiento de la psiquiatría y la psicología como religión

El punto de quiebre en la historia se produce cuando James desaparece repentinamente frente a la presencia de Kathryn y vuelve una vez más a su futuro. En este momento se produce una transmutación de los personajes; James comienza a sospechar que quizás en verdad el diagnóstico de la doctora es certero, quiere volver una vez más al pasado para poder vivir en la belleza de la superficie terrestre. Kathryn, a través de distintas pruebas y certezas empíricas comienza entonces a “creer” en la historia de su paciente, (quizás en verdad no está loco). Comienza en ella un proceso de cuestionamiento hacia la psiquiatría como religión. Cuando la doctora intenta explicar lo sucedido a un experimentado colega, él le dice que se comporte como una persona lógica, como una psiquiatra, una persona que puede saber lo que es la “verdad”. Ella entonces objeta diciendo: “todo el mundo acepta la “verdad” que le decimos, la psiquiatría es la nueva religión, decimos lo bueno y lo malo, lo loco y lo sano, estoy confundida, estoy perdiendo la fe”.

Finalmente nace en ella el deseo y el deber de salvar a la raza humana ante la posible amenaza viral. Cuando James regresa por última vez a 1996 se encuentra con una doctora que se comporta tal y como lo hacía él frente a la posibilidad de salvar el mundo, por su parte el viajero pide ayuda a la doctora porque ahora quiere restablecer su salud mental, ahora está convencido que todos los diagnósticos de Kathryn eran verdaderos, y es ella nuevamente quién debe disuadir a James, pero esta vez tiene que convencerlo de que él estaba en lo correcto, que en verdad era un viajero en el tiempo.

Una vez que James se convence de que su misión es auténtica, viven atrapados en un constante síndrome de Casandra. Casandra en la mitología griega era una sacerdotisa que tenía el don de la profecía, tras negarse al amor de Apolo, éste la maldice escupiéndole la boca y a partir de entonces nadie, jamás volvería a creer en sus vaticinios aun cuando eran reales. Casandra profetizó la caída de Troya y nadie en su momento le dio crédito. Nuestros personajes se encuentran con esa sensación de impotencia frente al conocimiento del futuro y la imposibilidad de hacer algo al respecto.

 

La premonición de James, el aeropuerto y los guiños a Hitchcock

Se afianza una relación emocional (muchos consideran que es uno de los puntos más forzados de la película, algo con lo que no estoy para nada de acuerdo) entre la doctora y su paciente. Tras descubrir que un llamado que hizo Kathryn brindando datos específicos sobre el ataque, lo habían recibido desde el futuro, y recaer luego en que el golpe de los 12 monos había sido soltar a todos los animales de los zoológicos, se convencen de que en verdad habían cambiado las cosas y deciden escapar hacia la costa. Podemos encontrar en esta escena en que los animales son liberados una alegoría con el pensamiento de Foucault al plantear: En el pensamiento medieval, las legiones de animales, a las que había dado Adán nombre para siempre, representaban simbólicamente los valores de la humanidad” podemos pensar que hoy en día La animalidad ha escapado de la domesticación de los valores y símbolos humanos; es ahora ella la que fascina al hombre por su desorden, su furor, su riqueza en monstruosas imposibilidades, es ella la que revela la rabia oscura, la locura infecunda que existe en el corazón de los hombres. La suelta de los animales en la película, sería como un reflejo de la animalidad que según el francés explica la naturaleza de la locura.

El autor nos conduce nuevamente hacia el principio y hacia la escena que utiliza Gilliam para iniciar la película. Sobre el final podemos observar una serie de guiños a Vértigo; los amantes fugitivos se refugian en un cine en que están proyectando un ciclo de 24 hs de Hitchcock, aparecen en escena las imágenes de la pantalla gigante proyectando la cinta en cuestión. Los personajes deben resguardarse y deciden cambiar su apariencia para poder pasar desapercibidos. Kathryn aparece entonces luciendo una rubia cabellera y el mismo abrigo que utilizó Kim Novak en el film del gran director inglés. El autor logra finalmente que seamos en ese momento los espectadores quienes padecemos el síndrome de Casandra, sabiendo lo que está por ocurrir pero sin contar con la posibilidad de poder cambiarlo.

 

Reflexiones e interpretaciones acerca del desenlace

Las posibles interpretaciones tienen que responder a tres cuestiones principales.

  • ¿Es real lo que se muestra a lo largo de la narrativa, o es sólo una creación mental?
  • ¿Se puede modificar el pasado?
  • ¿El tiempo en verdad es cíclico y nada se puede cambiar?

A quienes profesen una “fe” ciega hacia la psicología y a los más positivistas en general, les gustará pensar que todo el film se trata de la construcción mental, por parte de James Cole, de una realidad totalmente inventada. Quizás hasta pueda ser toda la película un episodio onírico producto de la imaginación a través de la mirada subjetiva de los ojos de James Cole de niño, ante todo lo que sucede en el aeropuerto. Mirada con la cual comienza y finaliza el film.

Los más pesimistas optarán por pensar entonces que el pasado no se puede cambiar y que nuestro personaje no ha logrado alcanzar su objetivo. En consecuencia la raza humana merece entonces su colapso y extinción por perseguir, juzgar, atormentar, hostigar, vapulear, atacar y matar en nombre de las verdades absolutas a víctimas inocentes o personas que en verdad estaban en lo cierto. La historia nos brinda una extensa lista de estos personajes. Este final hace honor a las reflexiones apocalípticas de Foucault con base en la locura: Ya no es el fin de los tiempos y del mundo lo que retrospectivamente mostrará que los hombres estaban locos al no preocuparse de ello; es el ascenso de la locura, su sorda invasión, la que indica que el mundo está próximo a su última catástrofe, que la demencia humana llama y hace necesaria”.

Finalmente los más optimistas prefieran hacer un análisis en relación a dos posibilidades. Por un lado podemos creer que Cole consiguió su objetivo, si el pasado puede modificarse entonces ese niño observando todo en el aeropuerto, podrá vivir en un mundo que se desarrolle sobre la superficie terrestre y gozar así de toda la belleza de la creación en lugar de vivir en las penumbras del interior de la tierra. Si tenemos en cuenta que el pasado no puede modificarse, entonces es posible que aquel héroe haya logrado cambiar el presente gris de ese mundo futuro apocalíptico al encontrar la información del virus que generó el desastre ambiental. Teniendo en cuenta la posibilidad cíclica del tiempo, todo es una constante repetición, un bucle, o tal vez la teoría del eterno retorno de Nietzsche, entonces se puede deducir que nada cambiará (pero no hay nada malo en ello) y que ese James niño que se ve morir de adulto, alcanzará nuevamente su destino de desdichas para luego encontrar su máxima dicha en ese breve período de tiempo en que experimenta el amor con Kathryn, revalidando así, la creencia de que el amor más intenso y verdadero es a la vez el más fugaz. Todas estas conclusiones vienen a ser confirmadas cuando se apagan las luces y podemos oír “What a Wonderfull World” de Armstrong. En esta ocasión y debido a la belleza de este film prefiero estar del lado de los optimistas.

 

Autor: Facundo Maidana

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